Los pólenes constituyen el gameto masculino de las plantas, que necesitan ser transportados hasta el gameto femenino para fecundarlo y asegurar la supervivencia de las especies vegetales. Para conseguir este objetivo, las plantas se valen fundamentalmente de dos estrategias:





Las plantas entomófilas: Se reproducen por medio de los insectos. Estas suelen ser plantas con flores llamativas para atraer los insectos, y su polen suele ser bastante pegajoso. Así, cuando un insecto se posa en la flor para librar el néctar, el polen se queda pegado a los pelillos de sus patas. Cuando el insecto se posa en otra flor, deposita en ella el polen que lleva pegado, fecundando así la planta.



Las plantas anemófilas: El polen se traslada por medio del viento. Estas suelen ser plantas que no poseen flores vistosas  y se valen del viento para poder reproducirse. Por eso suelen tener pólenes de pequeños tamaño, que se desprenden con facilidad y en grandes cantidades de la planta cuando sopla algo de aire y que son capaces de volar muy lejos, permitiendo así la fecundación a distancia de otras plantas de su especie.
Son las plantas más importantes desde el punto de vista alergológico, puesto que son aquellas cuyo polen estará presente en el aire en mayor cantidad.


Mixtas: Algunas plantas tienen una forma de fecundación mixta (anemófila y entomófila).